domingo, 19 de septiembre de 2010

Psicologia sin alma

PSICOLOGÍA “SIN ALMA”, por Carl G. Jung

“En la segunda mitad del siglo XIX se asiste al nacimiento de una psicología “sin alma”. No se puede jugar con el espíritu de la época, pues constituye una religión, más aún, una confesión o un credo, cuya irracionalidad no deja nada que desear; tiene, además, la molesta cualidad de querer pasar por el criterio supremo de toda verdad y la pretensión de detentar el privilegio del sentido común. El espíritu de la época escapa a las categorías de la razón humana. Es una inclinación sentimental que, por motivos inconscientes, actúa con una soberana fuerza de sugestión sobre todos los espíritus débiles y los arrastra. Pensar así es popular; y, por tanto, decente, razonable, científico y normal”.


Mientras que la Edad Media, la Antigüedad e incluso la humanidad entera desde sus primeros balbuceos vivieron en la convicción de un alma sustancial, en la segunda mitad del siglo XIX se asiste al nacimiento de una psicología “sin alma”.

CON EL AUGE DEL MATERIALISMO, LA CONCIENCIA SE ENSANCHÓ, PERO DEJÓ DE CRECER EN ALTURA

Bajo la influencia del materialismo científico, todo lo que no puede verse con los ojos ni aprehenderse con las manos se pone en duda y, hasta sospechoso de metafísico, se vuelve comprometedor. Desde ese momento sólo es “científico” y, por consiguiente, admisible, lo que es manifiestamente material o lo que puede ser deducido de causas accesibles para los sentidos. Tal trastocamiento se había iniciado mucho antes, en una lenta gestación, muy anterior al materialismo.


Cuando la era gótica, que se había alzado con un impulso unánime hacia el cielo, aunque apoyándose en una base geográfica y en una concepción del mundo estrechamente circunscritas, se derrumbó, quebrantada por la catástrofe espiritual de la Reforma, la ascensión vertical del espíritu europeo se vio frenada por la expansión horizontal de la conciencia moderna. La conciencia no se desarrolló ya en altura, sino que ganó en extensión geográfica e intelectualmente. Fue la época de los grandes descubrimientos y del ensanchamiento empírico de nuestras nociones del mundo.

La creencia en la sustancialidad del espíritu cedió, poco a poco, ante una afirmación cada vez más intransigente de la sustancialidad del mundo físico, hasta que, al fin -tras una agonía de casi cuatro siglos-, los representantes más avanzados de la conciencia europea, los pensadores y los sabios, consideraron el espíritu como totalmente dependiente de la materia y de las causas materiales.

Sería un error, sin duda, imputar a la filosofía y a las ciencias naturales una inversión tan total. Siempre hubo numerosos filósofos y hombres de ciencia inteligentes que no dejaron de protestar, gracias a una suprema intuición y con toda la profundidad de su pensamiento, contra esta inversión irracional de las concepciones; pero les era difícil imponerse, perdían popularidad y su resistencia resultaba impotente para vencer la preferencia sentimental y universal que -como una marea de fondo- llevó al orden físico hasta el pináculo.

No se crea que transformaciones tan considerables en el seno de la concepción de las cosas pueden ser el fruto de reflexiones racionales; pues ¿existen acaso especulaciones racionales capaces de probar o de negar alternativamente el espíritu o la materia? Estos dos conceptos (cuyo conocimiento cabe esperar de todo contemporáneo culto) no son sino símbolos notables de factores desconocidos, cuya existencia es proclamada o abolida según los humores, los temperamentos individuales y los altibajos del espíritu de la época.

Nada impide a la especulación intelectual ver en la psique un fenómeno bioquímico complejo, reduciéndola así, en último término, a un juego de electrones, o, por el contrario, decretar que es vida espiritual la aparente ausencia de toda norma que reina en el centro del átomo.

LA METAFÍSICA DEL ESPÍRITU CEDIÓ EL PUESTO A LA METAFÍSICA DE LA MATERIA
La metafísica del espíritu, a lo largo del siglo XIX, tuvo que ceder el puesto a una metafísica de la materia; intelectualmente hablando, esto no es más que un giro caprichoso, pero desde el punto de vista psicológico significa una revolución inaudita en la visión del mundo: el más allá toma asiento en este mundo; el fundamento de las cosas, la asignación de los fines, las significaciones últimas, no deben salir de las fronteras empíricas; si damos crédito a la razón ingenua, parece que toda la interioridad oscura se convierte en exterioridad visible, y el valor no obedece ya sino al criterio del supuesto acontecimiento.

Tratar de abordar este trastrocamiento irracional por la vía de la filosofía es ir a un fracaso seguro. Es preferible abstenerse, pues si en nuestros días a alguien se le ocurre deducir la fenomenología intelectual o espiritual de la actividad glandular, puede estar seguro a priori de la estima y de la receptividad del público; si, por el contrario, alguien quisiera ver en la descomposición atómica de la materia estelar una emanación del espíritu creador del mundo, ese mismo público no haría sino deplorar la anomalía mental del autor. Y, sin embargo, estas dos explicaciones son igualmente lógicas, igualmente metafísicas, igualmente arbitrarias e igualmente simbólicas.


Desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, tan lícito es hacer descender al hombre de la línea animal como a la línea animal del hombre. Pero, como es sabido, este pecado contra el espíritu de la época tuvo para Dacqué penosas consecuencias académicas. No se puede jugar con el espíritu de la época, pues constituye una religión, más aún, una confesión o un credo, cuya irracionalidad no deja nada que desear; tiene, además, la molesta cualidad de querer pasar por el criterio supremo de toda verdad y la pretensión de detentar el privilegio del sentido común.


El espíritu de la época escapa a las categorías de la razón humana. Es una penchant, o sea, una inclinación sentimental que, por motivos inconscientes, actúa con una soberana fuerza de sugestión sobre todos los espíritus débiles y los arrastra. Pensar de una manera diferente a como se piensa hoy en general tiene siempre un aire de ilegitimidad intempestiva, de aguafiestas; es, incluso, algo casi incorrecto, enfermizo y blasfematorio, que no deja de implicar graves peligros sociales para quien nada de forma tan absurda contra corriente.

En el pasado era un presupuesto evidente que todo lo que existía debía la vida a la voluntad creadora de un Dios espiritual; el siglo XIX, por su parte, ha dado a luz la verdad, no menos evidente, de la universalidad de las causas materiales. Hoy, no es la fuerza del alma la que se edifica un cuerpo, sino que, al contrario, es la materia la que, por su quimismo, engendra un alma.

Este cambio radical haría sonreír si no fuera una de las verdades cardinales del espíritu de la época. Pensar así es popular; y, por tanto, decente, razonable, científico y normal. El espíritu debe ser concebido como un epifenómeno de la materia. Todo contribuye a esta concepción, incluso cuando en lugar de hablar de “espíritu” se dice “psique”, y en vez de materia “el cerebro”, “las hormonas”, “los instintos”, “las pulsiones”. El espíritu de la época se niega a conceder una sustancialidad propia al alma, ya que, a sus ojos, ello sería una herejía.

LA CONCIENCIA CONTEMPORÁNEA AÚN NO HA DESCUBIERTO QUE EL MATERIALISMO ES TAN PRESUNTUOSO COMO EL ESPIRITUALISMO
Hemos descubierto hoy que nuestros antepasados se abandonaban a una presunción intelectual arbitraria: suponían que el hombre posee un alma sustancial, de naturaleza divina y, por consiguiente, inmortal; que una fuerza propia del alma edifica el cuerpo, mantiene su vida, cura sus males, haciendo el alma capaz de una existencia extracorporal; que existen espíritus incorpóreos, con los que el alma tiene relaciones, y un mundo espiritual más allá de nuestro mundo empírico, que confiere al alma una ciencia de las cosas espirituales, cuyos orígenes no se podría encontrar en el mundo visible.

Pero nuestra conciencia contemporánea no ha descubierto todavía que es igualmente presuntuoso y fantástico admitir que la materia es, de modo natural, generadora del alma; que los hombres descienden del mono; que la Crítica de la razón pura de Kant ha surgido de una mezcla armoniosa de hambre, amor y voluntad de poder; que las células cerebrales engendran los pensamientos; admitir, en fin, que todo esto obedece a la necesidad de las cosas últimas, y que no podría ser de otro modo.

Pues, ¿qué es en el fondo esta materia todopoderosa? Es, todavía, un Dios creador, pero despojado de su antropomorfismo y vertido, a cambio, en el molde de un concepto universal cuya significación cada cual cree penetrar. Cierto es que la conciencia general ha adquirido una extensión inmensa, pero por desgracia sólo desde el punto de vista del espacio y no del de la duración; si no fuera así, nuestro sentimiento histórico sería mucho más vivaz.

Si nuestra conciencia general no fuera puramente efímera, y tuviese al menos un poco de sentido histórico, sabríamos que en la época de la filosofía griega hubo transformaciones análogas de la divinidad, transformaciones que podrían suscitar algunas críticas a propósito de nuestra filosofía contemporánea. Pero el espíritu de la época se opone con violencia a estas reflexiones. La historia, para él, no es más que un arsenal de argumentos utilizables que permiten, por ejemplo, decir: ya el viejo Aristóteles sabía que…, etcétera.

Semejante situación obliga a que nos preguntemos sinceramente de dónde proviene la inquietante potencia del espíritu de la época. Sin duda alguna, constituye un fenómeno psíquico de importancia primordial, un prejuicio; por tanto, un prejuicio tan esencial en todos los casos, que no podremos llegar al problema del alma sin haber pasado por sus horcas caudinas.


sábado, 18 de septiembre de 2010

El arte de Sentir

Diccionario de Psicologia Social

Psicoanalisis Para Principiantes

Psicologia Integral

Arte,mente y cerebro



Esta obra es el fruto del sostenido interés del autor por los procesos de la creatividad humana, en particular tal como se manifiestan en las artes. Howard Gardner destaca la importancia de explorar el dominio artístico en relación con el lenguaje, y por ello estudia los componentes de la producción y el dominio artísticos desde numerosos puntos de vista: el del niño normal, el niño dotado, el niño con síntomas patológicos, el adulto normal, el adulto con lesión cerebral, el individuo procedente de un contexto cultural distinto y el del artista en la cima de su creatividad.

El Arte del Cambio

Las sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología

Secuencias Didacticas

Para descargar en este formato debe ir a menu tildar Download or share, se abrira maximizandose el texto y en la parte superior izquierda en verde le da clik a Download



Otro formato interesante, aqui debemos ir a opcion y luego DOWNLOAD

Enlarge this document in a new window
Self Publishing with YUDU

viernes, 17 de septiembre de 2010

Freud para principiantes

Interpretacion de Los Sueños

Goza tu sintoma

Los patitos feos

Arquetipos e incosciente colectivo

Espejos del yo

El Heroe de las mil caras

Campbell, Joseph - El héroe de las mil caras [doc]

Encuentro con la sombra

Hombres de Hierro

Alquimia

Psicologia de la Transferencia

El Secreto de la Flor de Oro

Tipos Psicologicos tomo II

Los Complejos y el incosciente

La interpretacion de la Naturaleza y la Psique

Energetica Psiquica y esencia del Sueño

Recuerde si desea descargar este libro presione la flecha hacia abajo

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Mayor secreto de la Historia (en español)

Si desea bajar este libro a su Pc, presione la flecha que se dirije abajo

lunes, 13 de septiembre de 2010

Sincronicidad


                             Sincronicidad




“Sin salir por la puerta
se puede conocer el mundo.
Sin mirar por la ventana
se puede conocer el camino del cielo.
Cuanto más lejos se va,
                               tanto menos se aprende.
                           Por eso el sabio
                          sabe sin desplazarse.
                         Entiende sin ver.
                        Realiza sin hacer.”

                  (Lao Tsé)




Sincronicidad es un término acuñado por el psiquiatra suizo C. G. Jung, quien lo concibió para describir la singular ocurrencia de dos o más acontecimientos de igual o similar significación, sin conexión causal posible. Este principio incluye necesariamente a un sujeto que perciba y experimente en forma consciente el significado común entre un hecho del mundo interno y uno o más del mundo subjetivo. La sincronicidad
se distingue así del mero sincronismo – ocurrencia simultánea de dos sucesos cualesquiera - y se opone abiertamente al principio causal predominante en la cultura occidental, dominada por el cientificismo: la ley de causa y efecto, o de acción y reacción.

Un ejemplo simple de sincronicidad sería el recordar repentinamente a un compañero de colegio del que no se ha sabido nada desde entonces; encontrarlo casualmente en la calle a las pocas horas o días, y simultáneamente leer en el diario una información referida a la profesora que enseñaba en ese curso. Si la persona vive esos tres eventos en compañía de un amigo, para éste la secuencia no significará más que hechos aislados; pero para el protagonista, todos ellos están eslabonados en relación a un tiempo específico de su pasado. El puede ver la conexión existente y otorgarle un significado. Los componentes objetivos y el subjetivo no poseen una causa común, no es posible deducir o demostrar científicamente qué genera el fenómeno. Y es que la ciencia ha avanzado en mediciones cada vez más minuciosas y microscópicas de la realidad, pero al llegar al terreno de lo subjetivo se ha encontrado en la imposibilidad de medir, reproducir, predecir o manipular las variables.

En la época en que Jung describió la sincronicidad, ésta aparecía como antónimo de la causalidad imperante, lo que no significa que esto haya sido siempre así. De hecho, en la antigüedad este término no habría sido necesario, como no lo sería el de ecología en el lenguaje de una tribu indígena del Mato Grosso. Cuando el conocimiento no estaba dividido en ciencia y humanismo, cuando el sabio se ocupaba tanto de lo terreno como de lo divino - lo primero como expresión de lo segundo - nada podía ser considerado como acausal. El estudio de la causa primera tenía el mismo sentido que el de sus consecuencias en la materia y los seres vivos, ya fuera que a aquella causa se la llamara Dios, Naturaleza o Sol. Y no nos referimos aquí
a la actitud de ignorancia o inercia mental que adjudica a un ser omnipotente todo aquello que no entiende, sino a la comprensión del universo como un todo inseparable, como una gran armonía interdependiente.
Así, la sabiduría antigua, especialmente oriental, se empeñaba en comprender como afectaba el quiebre de una armonía particular a otro sistema o al conjunto, por sobre la disección de problemas aislados y su intento de resolución - in vitro – desconectados de sus relaciones naturales.

Si el mundo surgía y era sostenido a partir de un Gran Aliento fundamental, éste podría ser conocido y comprendido a través del estudio del mundo, porque estaría tan presente en lo grande como en lo pequeño, tan reflejado en los astros como en las hormigas. Nada quedaría fuera de lo que es, como nada podría estar fuera de la eternidad. Esta cosmovisión estaba naturalmente impregnada de la búsqueda trascendente de las grandes interrogantes inherentes al ser humano. Estando en el mundo, parece razonable buscar la trascendencia a través de él en un ascenso progresivamente integrador que minimice los riesgos de producir místicos desarraigados o científicos desalmados. En la antigüedad sólo merecía ser llamado sabio aquel que había sabido recorrer ambos caminos y al que, luego de una larga trayectoria en la que había comprendido suficientemente al mundo, le era posible comenzar a recibir algún conocimiento de Dios.

Aun en pueblos primitivos, en el sentido de escaso o nulo conocimiento teórico o abstracto, las personas más respetadas o veneradas de la comunidad las constituían, y constituyen, aquéllas capaces de interpretar el todo por sobre los hechos particulares, y con ello indicar las acciones necesarias para restituir la armonía perdida en cada caso. El examen de la mayoría de los métodos adivinatorios, o premonitorios, ya sea lectura de huesos calcinados o conchas de tortuga, I Ching, Tarot, etc., revela un factor común: todos ellos expresan un "momentum" global, por ello es factible de ser «leído» o interpretado por alguien que percibe su significado. Queremos decir: por alguien capaz de aprehender el Gran Aliento que en ese instante impregna todas las cosas, incluidos los objetos adivinatorios, condición "sine qua non" para que en éstos se manifieste una realidad que los trasciende.

Todo acto adivinatorio es sincronístico, ya que no puede ser demostrada una causa que condicione el acierto de la premonición. La función primordial del oráculo es revelar la correspondencia entre lo interno y lo externo de un momento dado, en un paralelismo acausal. Refiriéndose al I Ching, dice Jung: « ... quienquiera que lo haya inventado, estaba convencido de que el hexagrama obtenido en un momento determinado coincidía con éste en su índole cualitativa, no menos que en la temporal. Para él, el hexagrama era el exponente del momento en el que se lo extraía, por cuanto se entendía que el hexagrama era un indicador de la situación esencial que prevalecía en el momento en el que se originaba.»

Desgraciadamente, esta arcana concepción unificadora, sintético-intuitiva, predominante en el Este, comenzó a escindirse, en forma casi paralela al incremento de la civilización occidental. Recordemos que China tenía ya milenios de cultura cuando Europa recién estaba dejando la vida nómada. La principal causa de este cisma fueron las características inherentes al hombre occidental: razonador, inquisitivo, analítico, en suma, fragmentador del mundo. Para conocer, él separa, divide, clasifica, versus el oriental, que integra, sintetiza, recibe al mundo.

Estas peculiaridades fueron relegando cada área de conocimiento a un compartimiento separado y cada vez más infranqueable: ciencias naturales, teología, música, etc.. La fisura inicial se convirtió en grieta, y ésta en caminos francamente irreconciliables, hasta casi nuestros días: ciencia y religión; verdades que exigían ser demostrables para existir "versus" verdades de las que sería blasfemia pedir demostración, y que debían ser aceptadas mediante un acto de fe. Si para los científicos todo tenía que tener una causa conocida que produjera el efecto en estudio, Dios - o la causa primera incognoscible - quedaba instantáneamente excluido. Para los religiosos, en cambio, el testeo o manipulación de la obra de Dios era aberrante, y sólo cabía admirarla.

En una época de apogeo científico y tecnológico, sin embargo, el Dr. Jung describió un orden acausal de acontecimientos, una categoría de eventos sin conexión posible y sin predictibilidad alguna, debido a que uno de sus componentes era subjetivo y la subjetividad no se podía manipular certeramente. De la causalidad lineal, producida necesariamente en una sucesión temporal, dio un salto conceptual a la sincronicidad atemporal, en la que la conexión factual se produce sólo en la consciencia del que lo vivencia, y no en el tiempo entre A y B. La mirada causal es retro o prospectiva, tendiendo a fijar sus elementos en el tiempo, mientras la sincronicidad sólo puede suceder en el ahora transformándolo creativamente en una nueva comprensión.

Para Jung, la conexión causa-efecto es sólo estadística y como tal, relativa, y, sin embargo, ha sido el método empleado para comprender y establecer sobre la base de leyes todo el comportamiento físico, químico y biológico en la naturaleza. Este sistema deja fuera de la norma a todo lo individual, lo excepcional, lo único. Más aún - precisa Jung - el científico preformula preguntas a la naturaleza a través
de experimentos prejuiciados, con lo que obtiene respuestas parciales que luego son presentadas como generalizaciones. Reflexión compartida por el científico contemporáneo , Dr. Humberto Maturana: « ... las explicaciones científicas no contienen los rasgos del fenómeno por explicar, sino que éstos resultan de los procesos que ellos implican. Por esta razón, las explicaciones científicas son proposiciones mecanicistas, y como tales, consisten en proposiciones de sistemas determinados por su estructura.»

En esto radica la distorsión. La ciencia - como otras áreas del conocimiento - en su empeño por conocer el mundo, ha elaborado leyes, ha construido abstracciones cada vez más complejas sobre la base de hipótesis, modelos y experimentaciones estadísticamente satisfactorias. 0, según Ken Wilber, ha realizado distinciones de distinciones de distinciones. El problema surge cuando se da por supuesto que esas meta- meta-demarcaciones son la realidad.

Por una parte, es falso el no considerar todos los casos individualmente, y por otra parte produce un distanciamiento enorme, con su consiguiente deformación, de la naturaleza misma de las cosas, la que es no fragmentaria. Al decir de los neurolingüistas, «el mapa no es el territorio».

La sincronicidad es por esencia incluyente, al no establecer distinciones de tiempo, espacio, ni categorías, y no imponer condiciones a su ocurrencia. Hipótesis nada descabellada si consideramos a la sincronicidad como un puente tendido entre el saber absoluto y la realidad externa, constituyendo un acontecimiento esencialmente creativo.

Acumulados estadísticamente, la distribución de sucesos sincronísticos se verifica en grupos aperiódicos, o de otro modo no serían aleatorios. En todos los casos la causalidad no ha podido ser encontrada o demostrada. Si pudiéramos conocer y establecer la existencia de la causa primera, del Gran Aliento al que hacíamos mención, desaparecería naturalmente la oposición entre causalidad y acausalidad al comprobarse el orden superior al que todos los fenómenos estarían subordinados. Así, el aparente antagonismo entre la distribución seriada, lineal, de los acontecimientos causales, y la distribución aperiódica y atemporal de las «conexiones transversales significativas» - como llamaba también Jung a la sincronicidad - quedaría abolida, siendo ambas expresiones diversas, parciales, y, por lo tanto, complementarias del Todo.


Pablo Cáceres

Las Imagenes arquetipicas


Las imágenes arquetípicas ofrecen un rico reflejo de nuestra experiencia interior y de nuestra interaccion con el mundo exterior. Como descubrió Jung cuando fue en busca de “el mito que le vivía a él”, resulta transformador el encuentro con una dimensión del inconsciente que es una fuente transpersonal, viviente y creativa, de inagotable energía y orientación.

Muchos de nosotros, cuando por primera vez leemos a Jung, sentimos reconocer inmediatamente la dimensión de experiencia para la que él usaba la palabra arquetípico. Recuerdo la primera vez que le leí, cuando tenía veintipocos años y me imaginaba completa y gozosamente definida por los papeles de esposa y madre. De repente empecé a comprenderme a mí misma a medida que prestaba atención a mis sueños, los cuales me introdujeron en una insospechada multitud de potenciales inexplorados y pendientes de ser reconocidos y nutridos. También descubrí que aquellos papeles tenían dimensiones arquetípicas y numinosas (tanto amenzadoras como vitalizadoras) a las que había sido ciega por estar inmersa en sus aspectos más triviales. El reconocimiento de que compartía con otros mis sentimientos más profundos, mis más hondas esperanzas y temores, mis éxitos más valorados y mis más deplorados fracasos, me dio un sentido totalmente nuevo de estar contectada con el conjunto de la humanidad, no sólo mediante relaciones externas sino en el mismo núcleo de mi ser.

Sentía que esta experiencia era muy real. Jung me había introducido a una nueva palabra y, lo más importante, a una nueva visión de mí misma que reconocí a la vez como liberadora y desafiante. Aunque tuve muchas reservas teóricas respecto a los detalles de su exposión, la reflexión sobre la teoría junguiana de los arquetipos continúa renovando mi gratitud por el modo en que nos ayuda –personal y teóricamente- a traspasar los límites de una psicología exclusivamente basada en la historia personal y los factores patológicos.

Jung denominó a las imágenes a través de las cuales se manifiesta el inconsciente “imágenes arquetípicas”. Empleó la palabra arquetípico a fin de comunicar el poder que tienen ciertas imágnes para contectarnos con lo que se muestra como la fuente misma de nuestro ser. La palabra griega arjé indica principio, origen; tipo deriva de un verbo griego que significa “modelar” y del correspondiente sustantivo que indica una imagen o modelo. Así arquetipo significa el modelo a partir de lo cual se configuran las copias, el patrón subyacente, el punto inicial a partir del cual algo se despliega. Aunque Jung a veces mencionaba los arquetipos como algo impreso en nuestra psiques, también emplea esta etimología de forma más dinámica cuando define las imágenes arquetípicas como aquellas que pueden impresionarnos: "Estas asociaciones e imágenes arquetípicas…. nos impresionan, influyen y fascinan”.

Jung distinguía entre arquetipos e imágenes arquétipicas. Reconoció que lo que llega a nuestra consciencia son siempre imágenes arquetípicas, manifestaciones concretas y particulares que están influidas por factores socioculturales e individuales. Sin embargo, los arqutipos mismos carecen de forma y son irrepresentables; hablando con propiedad son más psicoides que psíquicos: “El arquetipo como tal es un factor psicoide que pertenece, por así decir, al extremo invisible y ultravioleta del espectro psíquico… No debemos olvidar que lo que denominamos “arquetipo” es en sí mismo irrepresentable, pero podemos visualizarlo a través de sus efectos, es decir, las imágenes arquetípicas”. Los arquetipos mismos, dice Jung, son vacíos y carentes de forma, nunca podemos verlos excepto cuando se vuelven conscientes, cuando se llenan de contenido individual.

El postulado de una realidad de los arquetipos externa a sus manifestaciones es una cuestión muy debatida cuyas dimensiones metafísicas dejaré de lado en gran medida. Dado que tiendo a ver los arquetipos como abstracciones de imágenes concretas y diversificadas, al igual que otros muchos críticos y seguidores recientes de Jung no me intereso mucho por tales dimensiones, precisamente porque me interesa la psique, el alma y la actividad imaginativa, que considero la actividad más característica de la psique.

El interés de Jung por las imágenes arquetípicas refleja más énfasis en la forma del pensamiento inconsciente que en el contenido. Nuestra capacidad para responder a la experiencia como criaturas creadoras de imágenes es heredada, se nos da con nuestra humanidad. Las imágenes arquetípicas no son restos de pensamiento arcaico ni un depósito muerto, sino parte de un sistema viviente de interacciones entre la psique humana y el mundo exterior. Las imágenes arquetípicas que aparecen en mis sueños brotan de la misma capacidad humana que dio lugar a las antiguas mitologías de nuestros remotos antepasados. Los mitos no son causas de las manifestaciones contemporáneas e individuales, sino que existen en el mismo plano como analogías.

Centrarnos en lo arquetípico permite subrayar la importancia que tienen nuestras imágenes para convertirnos en quienes somos. Nuestras vidas son configuradas por nuestros pensamientos y actos y, aun más poderosamente, por nuestras fantasías y sueños y los complejos de carga afectiva con los que respondemos a las personas y acontecimientos con que diariamente nos tropezamos. No soy sólo lo que he pensado, como proponía Descartes, ni lo que he hecho, como pretenden los existencialistas, sino también, como Gaston Bachelard ha mostrado tan poderosamente, lo que he imaginado y recordado.        

Christine Downing

Fundamentacion de la Metafisica de las costumbres

Recuerde si desea bajar este libro presione la flecha que esta debajo

El Secreto

Quiza no vea la imagen del libro aqui, solo debe presionar la flecha que se dirije hacia abajo y alli lo descarga a su computadora


El Camino del Habla

El Malestar en la Cultura

Glosario Junguianos


Glosario de términos Junguianos
Ánima Animus.
Aspecto femenino interno del hombre.
El Anima es tanto un Complejo Personal como una imágen arquetípica de la mujer en la Psique masculina.
Es un factor inconciente encarnado en cada niño y es responsable del mecanismo de proyección subsecuente, según se verá.
En Problemas de la Psicoterapia Moderna, Jung dice que: " El ánima es el arquetipo de la vida misma"
En el hombre, existe una imago a priori de la madre,la hija,la diosa celestial y la diosa infernal.
Cada madre y cada amada esta obligada a convertirse en portadora y encarnación de esta imagen omnipresente y eterna, que corresponde a la realidad mas profunda de un hombre. A el le pertenece esta peligrosa imagen de Mujer; ella representa la lealtad, a la cual el debe a veces renunciar en beneficio de la vida; ella es la muy necesaria compensación por los riesgos, esfuerzos, sacrificios que terminan en desilusión; ella es el consuelo de todas las amarguras de la vida. Y, al mismo tiempo, es la gran ilusionista, la seductora, que lo arroja a la vida con su Maya – y no solo a los aspectos razonables y útiles de la vida, sino a sus terribles paradojas y ambivalencias donde el bien y el mal, el éxito y la ruina, la esperanza y la desesperación, se contrapesan entre si. Ya que ella constituye su mayor peligro, ella exige lo mejor del hombre, y si el lo posee, ella lo recibirá.
El Hombre es totalmente fiel a su ánima, la cual se termina de conformar en su adolescencia, ( en Jung el período pre y puberal propiamente dicho).
Esto no significa que sea fiel aún externamente, sino mas bien a la imago interiorizada que depositará en cada mujer que pueda, por algún motivo hacerse sentir como " soporte de proyección".
El ánima no es el alma en el sentido dogmático, no un anima rationalis, que es un concepto filosófico, sino un arquetipo natural que resume satisfactoriamente todas las afirmaciones del inconsciente, de la mente primitiva, de la historia del lenguaje y la religión... Es siempre el elemento a priori en los estados de ánimo, reacciones, impulsos y en cualquier otra cosa espontánea de la vida psíquica [de un hombre]".
El ánima... intensifica, exagera, falsea y mitologiza todas las relaciones emocionales con su trabajo y con otras personas de ambos sexos. Las fantasías y embrollos resultantes son obra suya. Cuando el ánima está fuertemente constelada, debilita el carácter del hombre volviéndolo quisquilloso, irritable, caprichoso, celoso, vanidoso e inadaptado.
La identidad con la persona conduce automáticamente a una identidad inconsciente con el ánima porque, cuando el ego no esta diferenciado de la persona, no puede tener una relación consciente con los procesos inconscientes. Por lo tanto, es estos procesos, es idéntico a ellas. Cualquiera que desempeñe su rol externo como si mismo, sucumbirá infaliblemente a los procesos internos; frustrara su rol externo por una absoluta necesidad interna o la reducirá a niveles absurdos, por medio de un proceso de enantiodromía. Ya no puede seguir por su camino individual, y su vida tropieza con
Aunque los efectos del ánima y del ánimus pueden hacerse conscientes, estos misterios son factores que trascienden la conciencia y están fuera del alcance de la percepción y de la voluntad. En consecuencia, siguen siendo autónomos a pesar de la integración de sus contenidos, y por esta razón deben ser tomados en cuenta constantemente.
Lograr esta meta permite liberar al ego de todos sus embrollos con la colectividad y el inconsciente colectivo. A través de este proceso, el ánima pierde el poder demoníaco de un complejo autónomo; ya no puede ejercer el poder de posesión, puesto que ha sido privada de el. Ya no es la guardiana de tesoros desconocidos; ya no es Kundri, el Mensajero demoníaco de1 Grial, mitad divino y mitad animal; el alma ya no se puede llamar "Alma", sino función psicológica de naturaleza intuitiva, similar a la que los hombres primitivos quieren decir con "Fue al bosque a hablar con los espíritus" o "Mi serpiente habló conmigo", o, en el lenguaje mitológico de la infancia, "Un pajarito me conto"
La mujer es compensada con un elemento masculino, y por lo tanto, su inconsciente tiene, como quien dice, un sello masculino. Esto resulta en una considerable diferencia psicológica entre el hombre y la mujer, y por consiguiente, he llamado ánimus – que significa mente o espíritu – al factor proyectivo en la mujer. El ánimus corresponde al Logos paterno, asi coma el ánima corresponde al Eros materno.
El ánimus es el depósito, por asi decirlo, de todas las experiencias ancestrales de hombre que tiene la mujer – y no solo eso, tambien es un ser creador y pro-creador, no en el sentido de la creatividad masculina, sino en cuanto a que genera lo que podriamos llamar... la palabra espermática.
Mientras el ánima del hombre funciona como su alma, el Animus de la mujer se parece mas a una mente inconsciente. Se manifiesta negativamente en ideas fijas, opiniones colectivas e inconscientes suposiciones a priori que reclaman ser verdades absolutas. En una mujer que se identifica con el ánimus (poseída por el ánimus), Eros generalmente está en segundo lugar con respecto a Logos.
Una mujer poseída por el animus está "siempre en peligro de perder su feminidad".
No importa cuan amistoso y complaciente sea el Eros de una mujer, ninguna lógica puede estremecerla si está dominada por el ánimus... [Un hombre] no se da cuenta que esta situación altamente dramática llegaría instántaneamente a un final banal y aburrido si el abandonara el campo, dejando a esta mujer seguir la batalla (su esposa, por ejemplo, si ella misma no es un fiero caballo de guerra). A él, rara vez o nunca se le ocurre esta acertada idea, porque ningún hombre puede conversar con un ánimus durante cinco minutos sin convertirse en víctima de su propia ánima.
Al igual que el ánima, el ánimus también tiene un aspecto positivo. A través de la figura del padre, expresa no sólo opiniones convencionales, sino tambien lo que llamamos "espíritu", ideas filosóficas o religiosas en particular, o mas bien la actitud resultante de ellas. Asi, el ánimus es un psicopompo, un mediador entre lo consciente y lo inconsciente y la personificacion de este último.
Al igual que el ánima, el ánimus es un amante celoso. Es hábil para poner, en lugar del hombre real, una opinión sobre él, asunto sumamente discutible que nunca se somete a críticas. Las opiniones del ánimus son invariablemente colectivas y pasan por encima de los individuos y los juicios individuales, exactamente de la misma manera en que el ánima introduce sus prejuicios emocionales y proyecciones entre marido y mujer.
La técnica de llegar a vivir en armonía con el ánimus es, en principio, la misma que en el caso del ánima; solo que aqui la mujer debe aprender a criticar y a reservarse sus opiniones; no para reprimirlas, sino que, al investigar sus orígenes, para penetrar mas profundamente en el cimiento, donde entonces descubrirá las imágenes primordiales, tal como lo hace el hombre en sus relaciones con el ánima.
Párrafos extraídos de:
·         Lexicon junguiano. de Daryl Sharp ed.cuatro vientos
·         Ánima y Ánimus
·         Problemas de la psicoterapia moderna
·         La personalidad Maná
·         Arquetipos e Inconciente Colectivo
·         Ánima y Ánimus
·         Acerca de los arquetipos y el concepto de Ánima
·         La personalidad Maná
·         The Syzygy: Anima and Animus

Arquetipos
Los arquetipos son sistemas de aptitud para la acción y, al mismo tiempo, imágenes y emociones. Se heredan con la estructura cerebral, en verdad, son su aspecto psíquico. Por un lado, representan un conservatismo instintivo muy fuerte, y por otro, constituyen el medio más eficaz concebible para la adaptación instintiva. Así que son, esencialmente, la parte infernal de la psique... aquella parte a través de la cual la psique se une a la naturaleza.
No se trata de ideas heredadas, sino de posibilidades de ideas heredadas. Tampoco son adquisiciones individuales sino, principalmente, comunes a todos, como puede deducirse de su presencia universal.
Los arquetipos se presentan como ideas e imágenes, al igual que todo lo que se convierte en contenido consciente.
Los arquetipos son por definición, factores y motivos que ordenan los elementos psíquicos en ciertas imágenes,caracterizadas como arquetípicas, pero de tal forma que sólo se pueden reconocer por los efectos que producen.
No podemos liberarnos legítimamente de nuestras bases arquetípicas a menos que estemos dispuestos a pagar el precio de una neurosis, tal como no podemos deshacernos de nuestro cuerpo y sus órganos sin cometer suicidio. Si no podemos negar los arquetipos o neutralizarlos de otro modo, nos vemos enfrentados, en cada nueva etapa de diferenciación de la conciencia a la cual aspira la civilización,a la tarea de encontrar una nueva interpretación apropiada para esa etapa, a fin de conectar la vida del pasado que aún existe en nosotros con la vida del presente que amenaza con escaparse.
PARRAFOS EXTRAIDOS DE:
·         "Mente y tierra"
·         "Concerniente a los arquetipos y al concepto de ánima"
·         "Sobre la naturaleza de la psique"
·         "Una aproximación psicológica a la Trinidad"
·         "Psicología del arquetipo del niño"

Complejo:
Un complejo, es la imagen de cierta situación psíquica que tiene un fuerte acento emocional y que además es incompatible con la actitud normal de la conciencia.
La via regia al inconsciente...no es el sueño, como pensó Freud, sino el complejo, arquitecto de los sueños y los síntomas. Esta vía tampoco es tan "real", ya que el camino señalado por el complejo es más bien un sendero escabroso y extremadamente tortuoso.
Los complejos interfieren con las intenciones de la voluntad y perturban la actuación consciente; producen alteraciones de la memoria y bloqueos en el flujo de asociaciones; aparecen y desaparecen según sus propias leyes; pueden obsesionar temporalmente la conciencia o influir de manera inconsciente sobre el lenguaje y la acción. En resumen, los complejos se comportan como seres independientes.
Los complejos son de hecho "astillas de la psique". La etiología de su origen es frecuentemente un trauma, un shock emocional o algo parecido que provoca una fractura de la psique. Ciertamente, una de las causas más comunes, es el conflicto moral, que finalmente deriva de la aparente imposibilidad de afirmar la totalidad de nuestra naturaleza.
Hoy en día, todos saben que las personas "tienen complejos". Lo que no se sabe, a pesar de que teoricamente es mucho más importante, es que los complejos pueden tenernos a nosotros.
Los complejos son puntos focales o nodales de la vida psíquica, de los cuales no podemos prescindir; en efecto, no deben faltar, ya que de otro modo, la actividad psíquica llegaría a una paralización fatal.
Los complejos obviamente representan cierta inferioridad en el más amplio sentido...pero tener complejos no indica necesariamente una inferioridad. Sólo significa que existe algo discordante, no asimilado y antagónico, que puede ser un obstáculo, pero también un incentivo para esforzarse más y así, quizá abrir nuevas posibilidades de realización.
Tener complejos, no significa en sí neurosis...y el hecho de que sean dolorosos no es una prueba de alteración patológica. El sufrimiento no es una enfermedad; es el polo opuesto normal de la felicidad. Un complejo se vuelve patológico sólo cuando pensamos que no lo tenemos.
Un complejo sólo se puede vencer, viviéndolo completamente. En otras palabras, si hemos de evolucionar más, debemos atraer hacia nosotros y beber de una lo que hemos mantenido a distancia debido a nuestros complejos.
nota: Elconcepto incluído en este glosario junguiano, está tomado del libro " Lexicon Junguiano ", del Dr. Daryl Sharp, Miembro Honorífico de la Fundación C.G.Jung de Psicología Analítica de la Rep. Argentina, publicado por la " Editorial 4 Vientos. Stgo de Chile, e-mail: 4Vientos@netline.cl, quienes, conjuntamente con el Dr. Daryl Sharp, gentilmente cedió el permiso de publicación del término

Complejo paterno
En los hombres un complejo paterno positivo, muy a menudo produce cierta credulidad con respecto a la autoridad y una marcada buena voluntad para doblegarse ante todos los dogmas y valores espirituales; mientras que en las mujeres activa los más vivaces intereses y aspiraciones espirituales. En los sueños, las convicciones firmes, las prohibiciones y los consejos sabios siempre emanan de la figura paterna.
El padre ejerce su influencia en la mente o el espíritu de su hija, en su "Logos". Con esto la engrandece intelectualmente, llegando a menudo a un nivel patológico que en artículos posteriores he descrito como "posesión por el ánimus".
El padre es el primer portador de la imagen del Ánimus. Dota a esa imagen virtual de sustancia y forma, porque a causa de su Logos, él es la fuente de "espíritu" para la hija. Desgraciadamente, a menudo esta fuente se contamina precisamente donde esperamos obtener agua limpia. Puesto que el espíritu que beneficia a una mujer no es puro intelecto, es mucho más, es una actitud, el espíritu por el cual el hombre vive. Incluso el llamado espíritu "ideal" no siempre es el mejor si no sabe relacionarse con la naturaleza, es decir con el hombre animal...Por lo tanto, todo padre tiene la oportunidad de corromper, de uno u otro modo, la naturaleza de su hija, y entonces el profesor, el esposo o el psiquiatra, deben afrontar las consecuencias. Porque lo que ha sido arruinado por el padre, sólo el puede arreglarlo.
nota: Elconcepto incluído en este glosario junguiano, está tomado del libro " Lexicon Junguiano ", del Dr. Daryl Sharp, Miembro Honorífico de la Fundación C.G.Jung de Psicología Analítica de la Rep. Argentina, publicado por la " Editorial 4 Vientos. Stgo de Chile, e-mail: 4Vientos@netline.cl, quienes, conjuntamente con el Dr. Daryl Sharp, gentilmente cedió el permiso de publicación del término

Complejo Materno
En el hijo, los efectos típicos son la homosexualidad y el donjuanismo, y a veces la impotencia (aunque aquí participa también el complejo paterno). En la homosexualidad, la heterosexualidad completa del hijo, está ligada en forma inconsciente a la madre; en el donjuanismo, el individuo busca inconscientemente a su madre en cada mujer.
(El) puede tener un Eros bien diferenciado en vez de, o además de, la homosexualidad... Esto le da una gran capacidad para la amistad, lo que a menudo crea lazos de asombrosa ternura entre hombres e incluso puede rescatar la amistad entre los sexos del limbo de lo imposible...
De la misma manera, su aspecto negativo, el donjuanismo, puede aparecer en forma positiva como hombría gallarda y decidida; esfuerzos ambiciosos por lograr las metas más altas; oposición a toda estupidez, estrechez de mente, injusticia y flojera; disposición para sacrificarse por lo que se considera correcto, rayando a veces en el heroísmo; perseverancia, inflexibilidad y tenacidad; curiosidad que ni siquiera evade los enigmas del universo; y finalmente, un espíritu revolucionario que lucha por cambiar el aspecto del mundo.
La exageración del lado femenino significa una intensificación de los instintos femeninos, sobre todo del instinto maternal. El aspecto negativo se aprecia en una mujer cuya única meta es dar a luz. Para ella, su esposo es...antes que nada
instrumento de procreación y lo considera sólo como un objeto que se debe cuidar, junto con los hijos, relaciones delicadas, gatos, perros y menaje.
Como sustituto, aparece un Eros hiperdesarrollado, lo que casi invariablemente conduce a una relación incestuosa inconsciente con el padre. Este Eros intensificado pone un énfasis anormal en la personalidad de los demás. Los celos de la madre y el deseo de superarla se convierten en los leitmotivs de acciones futuras.
Como una especie de supermujer (admirada involuntariamente por la hija), la madre vive de antemano todo lo que la hija podría vivir por sí misma. Le complace mantenerse fiel a su madre con una desinteresada devoción, mientras al mismo tiempo lucha inconscientemente, casi contra su voluntad, para tiranizarla, naturalmente bajo una máscara de completa lealtad y devoción. La hija lleva una existencia-sombra, a menudo siendo visiblemente succionada por su madre, y prolonga la vida de ésta mediante una especie de continua transfusión de sangre.
Es el ejemplo supremo del complejo materno negativo. El lema de este tipo es: ¡lo que sea, con tal que no se parezca a mi madre!... Todos los procesos instintivos se encuentran con dificultades inesperadas; o la sexualidad no funciona adecuadamente, no se desea tener hijos, los deberes maternos parecen insoportables o se responde con impaciencia e irritación a las exigencias de la vida conyugal..
Gracias a su lucidez, objetividad y masculinidad, una mujer de este tipo frecuentemente se encuentra en cargos importantes en que su cualidad maternal descubierta tardíamente, guiada por una fría inteligencia, ejerce una influencia muy beneficiosa. Esta rara combinación de feminidad y raciocinio masculino es valiosa tanto en el ámbito de las relaciones íntimas como en los asuntos prácticos.
nota: Elconcepto incluído en este glosario junguiano, está tomado del libro " Lexicon Junguiano ", del Dr. Daryl Sharp, Miembro Honorífico de la Fundación C.G.Jung de Psicología Analítica de la Rep. Argentina, publicado por la " Editorial 4 Vientos. Stgo de Chile, e-mail: 4Vientos@netline.cl, quienes, conjuntamente con el Dr. Daryl Sharp, gentilmente cedió el permiso de publicación del término

Inconciente colectivo
El inconciente colectivo contiene toda la herencia espititual de la evolución de la humanidad, que nace nuevamente en la estructura cerebral de cada individuo.
De Acuerdo a la definición de Gerhard Adler.Primer Presidente de la Asociación Internacional de Psicología Analítica: el Inconsciente colectivo es como la arena que rodea a un inmenso océano y en cada generación se van depositando nuevas capas.
Dice Daryl Sharp:
"...El inconciente colectivo –antes de entrar en detalles- parece estar constituído por motivos mitológicos o imágenes primordiales, razón por la cual los mitos de todas las naciones son sus verdaderos exponentes. De hecho, toda la mitología puede considerarse una especie de proyección del inconciente colectivo... Por lo tanto, podemos estudiar el inconciente colectivo de dos maneras: en la mitología o en el análisis del individuo.
De este modo, surge un conciencia que ya no está aprisionada en el pequeño y extremadamente sensible mundo personal del yo, sino que participa libremente en el mundo más amplio de los intereses objetivos. Esta conciencia ampliada ya no es ese quisquilloso y egoísta conjunto de deseos, miedos, esperanzas y ambiciones personales que siempre debe ser compensado o corregido por las contratendencias inconcientes; más bien, es una función de relación con el mundo de los objetos, que conduce al individuo a una comunión absoluta, valedera e indisoluble con el mundo en general."...
·         Lexicon junguiano.Daryl Sharp (op.cit)
·         La función del Inconsciente
·         La estructura de la psique
·         La psicología del arquetipo del Niño

Mandala
Círculo mágico de Mandala (Sanskrit). En Jung, el símbolo del centro, de la meta, o del uno mismo como totalidad psíquica; uno mismo-representación de un proceso psíquico del centro; producción de un nuevo centro de la personalidad. Esto es representado simbólicamente por el círculo, el cuadrado, o la "cuaternidad ", por los arreglos simétricos del número cuatro y sus múltiplos.
En el yoga lamaísta y el Tántrico el mandala es un instrumento de contemplación (yantra), de asiento y lugar de nacimiento de los dioses.
Mandala perturbador: Cualquier forma que se desvía del círculo, del cuadrado, o de la cruz igual-armada, o que número básico no sea cuatro o sus múltiplos.
En C.G. JUNG: Mandala significa un círculo, más especialmente un círculo mágico, y esta forma de símbolo que debe ser encontrado no solamente en nosotros; nuestro interior sino también en el esterior. De esta premisa basa su libro " Sobre cosas que se ven en el cielo ", donde indica la necesidad arquetipal de proyectar afuera el mansdala quellevamos dentro. Esto no es mas que el Dios interior que suele manifestarse en un proceso de cambio.
Los mandalas se encuentran en la edad media. Si bien existen en todas las edades por ser u producto arquetipal del Ser Humano.
Los específicamente cristianos vienen de las edades medias anteriores. La mayoría de ellos demuestran a Cristo en el centro, con los cuatro evangelistas, o sus símbolos, en los puntos cardinales. Corroboración astrológica, área en la cual Jung también se interesó.


Publicaciones